Creo que sí, amigo Pereira. Creo que para la reencarnación de este viejo y carcomido mundo, para un injerto universal que vivifique tanta rama seca, habría que empezar por los niños; es decir, por los poetas; es decir, por los pintores como tú, que ascendiendo inocentemente hasta el origen, hasta la más primitiva raíz del sufrimiento, consiguen que aflore, con su expresividad más lúcida, la ternura. Una ternura airosa y combativo como tus figuras, en la Andalucía, que es también el universo, se desenvuelve y cante -ya sabes, en su manera de llorar y hunda los brazos en su historia y siembre aires de luz y libertad y avente voces de pan y de justicia. De la mano de un niño, casi. De un pintor. De muchos poetas. |
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Rafael Guillén (Premio Nacional de Literatura 1994)
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