 UN PINTOR QUE REGRESA AL FONDO DE LOS SIGLOS Parece como si el Ángel le hubiera prestado su ala para pintar. De pronto hay un arco-iris novicio, una pureza destartalada. De repente agrupa hombres, flores, banderas y caballos sin que se resienta el soporte con tanta ternura encima. Aquí no hay que mirar un pintor, un poeta. Hay que mirar una originalidad navegante que se ha querido luz primitiva, base de lanzamiento hacia los sueños. Como si de una tormenta escapara sin placer, a la tormenta convoca sin pausa, errante de sí mismo, descontento juglar con pinceles al que la vida pide la inaugure. Y, así él que surge de la noche como una luna deslumbrada por su soledad, hace que todo se sume a la mañana para patentizar la tragedia y la esperanza. Yo no sé si Pereira es un pintor rupestre-simbolista o un poeta lírico-folkloríco-social. Pero sí que es un latido provisional e inmenso, necesario. Un corazón que hace tremar el mundo porque lo devuelve a sus orígenes lo lleva hasta su infancia, le hace recordar cuando era puro y temblaba de amor en su inocencia. Un hombre que, con su gesto alucinado, regresa al fondo de los siglos. |